Laberinto con nombres propios

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EL CONJUNTO DE LAS MÁS ANTIGUAS CALLES DE TRINIDAD, RECUBIERTAS DE PIEDRAS Y DE APARIENCIA LABERÍNTICA, HA SIDO CATALOGADO DE “DESORDENADO” (POR EL OBISPO MORELL DE SANTA CRUZ) Y COMPARADO CON UNA “TELARAÑA” (POR LA ARQUITECTA ALICIA GARCÍA). ELLAS CUENTAN CON NOMBRES SORPRENDENTES Y HASTA EQUÍVOCOS QUE SON, EN PARTE, EL REFLEJO DE LA HISTORIA DMINISTRATIVA DE LA CIUDAD, PERO TAMBIÉN DEL INGENIO DE SUS POBLADORES. EL ESPECTRO DE SUS NOMBRES CUBRE RELIGIÓN, PERSONALIDADES ILUSTRES, SENTIMIENTOS, NATURALEZA, ACONTECIMIENTOS, ETC…

Tanto por su ubicación geográfica como por el acontecer de su historia regional, Trinidad ha sido escenario propicio para la conformación de una fisonomía muy particular. Su rasgo más relevante es el de una arquitectura colonial casi intacta. Pero no es el único; sus atributos van desde los naturales, hasta la forma de ser de sus pobladores, dispuestos siempre a  compartir mesa, fiesta y conversación, sin pasar por alto sus más auténticas expresiones culturales.

Muy unidas a la composición urbana, se hallan sus calles, de apariencia laberíntica, cuyo conjunto ha sido catalogado de “desordenado” y que se ha comparado con una “telaraña”; ellas cuentan con nombres sorprendentes y hasta equívocos, que son parte de la historia administrativa de la ciudad y del ingenio de sus pobladores.

Los sentimientos religiosos se reflejan en numerosos nombres como: San Juan, San José, Santo Cristo, Santa Ana, San Miguel, San Luis; incluso, una se llamó Los Santos. Igualmente asociados a lo religioso están Ángeles, Ánimas, Gloria, Rosario, Apóstoles; sin embargo, alerta, porque la calle nombrada Jesús María, nada debe a La Sagrada Familia, sino que adquirió su denominación de un vendedor callejero.

Otras calles llevan la marca de determinados sentimientos y estados de ánimo, unos negativos, al estilo de Desengaño, Amargura, Angustias, Dolores, Olvido, Soledad; y otros, por el contrario, más positivos: Amistad, Buen Retiro, Concordia, Constancia, Esperanza, Lealtad, Merced, Perseverancia, etc. Varios son los callejones de la ciudad: del Coco, de San Cayetano, del Pimpollo, del Olvido, del Portugués, del Hospicio, de los Remedios, del Jibabuco, de Salsipuedes.

Determinados acontecimientos y circunstancias también provocaron la denominación de calles como la famosa Real del Jigüe, porque en ella se celebró la misa fundacional, a la sombra de un jigüe; Guaurabo, por el nombre de un río; Cruz Verde, por el color con que fue pintada la cruz a la entrada de una estancia campestre; Media Luna, por su forma semicircular. Muchas de ellas responden a nombres de personalidades: Gutiérrez, por el gobernador Francisco José Gutiérrez de Rivera; Colón, por el Gran Almirante; Galdós, por el abogado José Ma. de Galdós y Medina, tío del escritor Benito Pérez Galdós. Están también las que recuerdan el reino vegetal: Lirio Blanco, Aguacate, Guásima, Alameda, Rosa, Tamarindo, Jigüe.

Ocurren no pocos casos de calles que han cambiado de nombre: la mencionada Real del Jigüe fue rebautizada a fines del XVIII como Real de Ripalda (por el gobernador Javier de Ripalda), y a comienzos del XIX como de la Constitución para luego volver al original. Cristo fue antes Soledad, Convento y San Francisco. Boca fue denominada inicialmente Salud. San José fue conocida al principio por Las Flores; la de Las Chanzonetas fue primero la de La Mano del Negro; Guásimas se llamó por un tiempo De Lacy, honrando al heroico general español Luis de Lacy; la del Guayabito pasó a ser luego Carmen; Guaurabo antes fue Callejón del Hospicio.

Por estas calles han caminado famosos como Diego Velázquez y Hernán Cortés, el poeta Plácido, el naturalista Alejandro de Humboldt, los historiadores Jacobo de la Pezuela y Ramón de la Sagra, los intelectuales Domingo del Monte y Juan Marinello.

En la época embrionaria, cuando todavía no se habían asentado los nombres definitivos, la designación de varias calles era más una oración que una palabra: “la que baja de la plaza hasta la sabana” (Desengaño);  “la calle que va de la carnicería la vuelta de arriba y hace esquina con la del convento de nuestro Padre San Francisco” (Boca); “la calle que va de la iglesia para el Barrio del Fotuto” (Cristo). También en esa época podía denominarse una calle por el nombre de alguno de sus moradores: “la calle de don Francisco Presto” (San José).

Llama mucho la atención el hecho de que, a pesar de que la casi totalidad de las antiguas calles trinitarias tienen actualmente dos nombres reconocidos, el antiguo y el moderno (este último, dado en honor de patriotas y mártires revolucionarios de diferentes épocas), la población suele usar en su conversación el antiguo y, en el mejor de los casos, deja el moderno para cuando escribe direcciones, en cartas u otros documentos.

Hay tantos nombres curiosos como encantos tiene la ciudad, por lo que sería imposible mencionarlos todos. Pero no cabe duda de que Trinidad encierra un acervo tan caudaloso y dispone de una heredad tan inmensa que hasta por el nombre de sus calles se puede descubrir su rica historia, la que el trinitario ha convertido, primero, en patrimonio suyo para luego, generosamente, entregarla a la humanidad.

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